“Los niños se hacían mayores con los personajes”
(adaptación de las palabras de Nieves durante la entrevista).
Acabo de escuchar una entrevista a dos de las traductoras de los libros de Harry Potter: Gemma Rovira y Nieves Martín. Ha sido genial.
Es
que cuando terminé de leer el séptimo libro me quedó un sentimiento de vacío
increíble. Pero entonces todavía me quedaba la traducción al castellano. Cuando
salió y pude leerla, todavía me quedaba la peli. Y el director tuvo la
delicadeza de hacer dos partes, así que la ilusión de que Harry Potter no había
terminado seguía estando ahí. De hecho, al salir del cine, después del final de
la segunda parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte fue cuando dejé
definitivamente mi infancia atrás.
Ahora, la entrevista ha sido como un espejismo. Una ilusión a la que aferrarme, una vuelta a mi adolescencia y a los años que pasé devorando un libro tras otro, en cinco idiomas distintos, sin importarme el saberme diálogos enteros de memoria.
Además,
también ha sido una especie de reconciliación. Después de todo lo que he
criticado las traducciones de Harry Potter (pido perdón por ello), al menos
ahora se me ha proporcionado una justificación. Y digo que ‘se me ha
proporcionado’ porque después de todas las horas que me he pasado en Hogwarts,
casi me siento como si me la mereciera. Por supuesto, no es el caso.
De
hecho, después de estos minutos de entrevista he llegado a la conclusión de que
en un futuro (si Dios quiere, no muy lejano) volveré a leer los libros en todos
los idiomas que pueda (en principio ya serán seis) y volveré a escribir al
respecto. Si me atreviera, hasta haría mi propia traducción, pero creo que eso ya
sería demasiado optimista. Y bastante innecesario.
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