martes, 5 de junio de 2012

Jornadas de junio


Ya comenté el otro día que estamos en muy mala época. Exacto: exámenes (cómo molan las aliteraciones, podría empezar a usarlas más a menudo).
Aunque ésa no es la cuestión. Ayer ya me examiné de español (no me deja de resultar irónico, pero es lo que toca) y hoy ha sido el turno de alemán. Si mi cabeza no explota en el intento, estaré muy orgulloso de haber sobrevivido a once exámenes en dos semanas, y encima en cuatro idiomas distintos. Aclaración: los exámenes los hago en un solo idioma, es que estudio cuatro lenguas diferentes, y me tienen que evaluar de todas ellas.
Espero no repetirme demasiado, pero el caso es que ahora sólo me preocupan dos cosas. Por una parte, hacer un papel lo mejor posible como estudiante modelo que se supone que soy (digo ‘se supone’ porque probablemente sólo lo piense yo). Por otra, sacar el lado positivo de todo. Disfrutar de los rayos de sol inundando la sala de estudio, del viento colándose por la ventana abierta, de los folios revoloteando en el aire (esto no es necesariamente bueno, pero es muy divertido) y, sobre todo, de la tranquilidad de las noches de junio.
Ir a la biblioteca hasta las doce es la mejor idea que he tenido en mucho tiempo. Es suficiente tiempo para poder hacer algo productivo y no demasiado para acabar agotado. Además, son horas que, de cualquier otra forma, habrían sido malgastadas irremediablemente. Pero, por encima de todo, al salir a medianoche la temperatura es perfecta, la tranquilidad es absoluta y la brisa nocturna, fresca y vigorizadora, se lleva consigo todos los conocimientos adquiridos. ¿Qué más se puede pedir?

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