miércoles, 18 de julio de 2012

No coincidieron los bailes


Hace poco tuve una “cena de empresa” que se convirtió en reunión familiar. La vida, que a veces te sorprende. Lejos de ser una situación violenta y poco más que un compromiso, se convirtió en una velada agradable y en una bonita experiencia con la que no quiero aburrirte; lo que me ha llevado a escribir sobre esa noche es una historia que contó mi padre. Supongo que el vino, el chupito de aguardiente y la copa de después tuvieron algo que ver, pero el caso es que estuvo relatando batallitas de sus ‘años mozos’, una de las cuales me hizo reflexionar bastante.
Resulta que un amigo suyo (llamémosle Jesús) estuvo locamente enamorado de una chica del pueblo (digamos Isabel) durante gran parte de su vida, desde los cinco o seis años. Eran otros tiempos, y el pobre chico nunca se atrevió a decirle nada. Además, vivían en un pueblo pequeño y supongo que el ‘qué-dirán’ sacechaba en todo momento. Para esas situaciones, sin embargo, los hobbitonianos (no me hace demasiada gracia desvelar el nombre del pueblo) inventaron algo que permitía mayor fluidez en las relaciones sociales: las verbenas o, como se decía entonces, el baile.
Ahora parece cómico, pero en aquella época la aburrida vida de domingo giraba en torno a ellos. Todo el mundo asistía y lo pasaba bien; bailando a veces, observando otras. El procedimiento era sencillo: los chicos se acercaban a las chicas, bailaban una “pieza” y después se acercaba un amigo del mozo, bailaba con la misma muchacha para que al primero no se la quitaran, y así hasta que finalizaba la noche.
El último baile era el más importante, porque después el chico acompañaba a la chica a casa. Así podían hablar más tranquilamente y el zagal tenía oportunidad de deslumbrar a la inocente doncella con su mejor repertorio de tácticas. Y, lo creas o no, de este modo se formaron muchas parejas.
El problema venía cuando el chico no podía bailar con la chica que le gustaba. O, al menos, no la última pieza. Cada semana, el pobre Jesús vería cómo se escapaba otra oportunidad y trataba de encontrar el lado positivo, bien mirando al futuro, bien divirtiéndose con otras chicas. Por eso nuestro amigo, que nunca le confesó a Isabel lo que sentía por ella, no pudo tener la relación con la que soñaba. No coincidieron los bailes.

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