Todos y cada uno de los
profesores de traducción en interpretación de la universidad de Salamanca
insisten a todas horas en la imperiosa necesidad que tiene un futuro traductor
de leer a todas horas. Una máxima que, por cierto, yo intento cumplir en la
medida de lo posible. Pero si hay algo que un verdadero traductor (futuro o
presente) tiene que dominar, es su primera lengua o, en mi caso, el español.
Lo cierto es que parece una obviedad. Cuando
te están evaluando de tu lengua materna no puedes evitar sentir que estás
jugando con ventaja. Al fin y al cabo, es una herramienta de trabajo del día a
día y nunca llegarás a conocer un idioma extranjero al mismo nivel. Entonces,
¿qué dificultad hay en una asignatura que lleva el nombre de Lengua Española I?
Es tu lengua materna, la dominas y no hay más cáscaras.
Sin embargo, eso es una
auténtica gilipollez. Una tontería, una chorrada, una sandez, una estupidez,
una bobada, una absurdez. Es imposible controlar un idioma hasta ese punto y,
aun si llegas a ese nivel, tienes que mantenerte al tanto de los cambios, de
las nuevas normas, de los neologismos. Creo que la única meta razonable que
puede fijarse una persona normal es la de conocer el máximo número de términos
y usar el idioma con propiedad, sin faltas escandalosas ni problemas evidentes
de redacción.
Obviamente, no puedo decir
que yo me encuentre en ese punto. El hecho de que diga eso y, al mismo tiempo,
escriba un blog relacionado (aunque indirectamente) con el tema puede resultar
paradójico. Qué se le va a hacer. Lo importante es que hoy he escuchado una
frase que me ha iluminado y que merece la pena compartir:
‘En interpretación, lo fundamental es que se os
entienda. No importa el acento que tengáis. Hay gente que es bilingüe, trilingüe o bífida. Pero, aunque habléis
con acento de Garrido, podéis llegar a ser grandes intérpretes’.
Es una frase de la que se
pueden comentar muchas cosas, y probablemente lo haga. Hoy me quedo, no
obstante, con lo de bífido. Me parece una analogía absolutamente perfecta. No
sólo es un exquisito juego de palabras con los “múltiples” significados de lengua, sino que resulta mucho más
acertada. Si partimos de la suposición de que nadie puede conseguir el dominio
absoluto de una lengua (significado: idioma), tampoco podrá ser bilingüe. Sin
embargo, sí puede contar con dos pequeños apéndices o lenguas (significado:
músculo) que, en un momento dado, le resulten útiles. Dichos apéndices no serán
instrumentos completos, pero sí parciales. Exactamente igual que la lengua
(significado: idioma) de que pueda gozar una persona.
De modo que, cuando me
pregunten si me considero bilingüe, ya sé cuál será mi respuesta: ‘más que
bilingüe, yo soy bífido’.
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