Recuerdo mi infancia con
un libro entre las manos y una fijación en la cabeza: encontrar un
lugar con suficiente luz en el que leer a gusto. Tal vez no triunfé
excesivamente en esa segunda empresa, como demuestran los gruesos
cristales de mis gafas, pero el número de historias que devoré sí
que hace que me sienta orgulloso.
Parte de esta cantidad se
la debo a la saga 'Un caso para PAKTO'. Mi colegio contaba con un
ejemplar de todos los libros que la conformaban y yo, como buen
lector y estudiante modelo (empollón, que dirían algunos) me
encargué de tacharlos a todos de mi lista.
Este curso, unos cuantos años
después, he retomado la saga como parte de mi inmersión en la
cultura y la lengua alemana. Y anuncio con orgullo que he llegado a
la última página de uno de ellos. Se trata de uno que adquirí en
un intercambio de libros y que había estado en mi poder
unos cuantos meses... sin haber conseguido terminarlo. Ahora que lo
he hecho, no sólo me siento un poco mejor conmigo mismo, sino que
una parte de mi infancia ha salido a la luz y mi conocimiento de la
parla germana ha dado un pequeño paso más hacia adelante.
Lo mejor de todo es que
ha llegado a engancharme. A pesar de haberla leído ya (hace cosa de
una década) y de las dificultades que entraña el idioma, la
historia es tan auténticamente alemana que me apetecía seguir
leyendo para sumergirme más a fondo en mi país de acogida. Y vale que se trata de un cuento para niños, pero la
trama me resultaba lo suficientemente entretenida, con final
sorprendente incluido.
Además, durante una pequeña
investigación para un trabajo de la universidad, descubrí que esta
saga, escrita por Stefan Wolf, ocupa un lugar destacado en cuanto a
literatura infantil y juvenil en el país germano. Un motivo más
para continuar con su relectura.
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