Una profesora de mi
universidad afirma que 'un traductor/intérprete es un sabio
temporal'. No le falta razón pues, aunque es imposible saberlo todo,
lo cierto es que hay que volcarse tanto en las traducciones o
interpretaciones que nos toquen que llega un punto en el que somos
auténticos expertos. Yo, en sólo un par de años de carrera, he
sido prácticamente un erudito en temas tan dispares como piedras,
especies invasoras, instituciones de la Unión Europea o distintos
parajes del mundo, en función de lo que me tocara traducir o
interpretar.
En ocasiones, esta sabiduría temporal no está a nuestro alcance. Puede ser, por ejemplo, que nos enfrentemos a interpretaciones
especialmente difíciles sin una preparación previa: a veces,
incluso los profesores comentan que es normal no decirlo todo y que
no nos preocupemos, porque en la vida real nos habremos documentado a
conciencia y no nos supondrá un problema hacer un buen trabajo.
Sin embargo, unas
nociones básicas de diversas ramas del saber nunca vienen mal.
Supongo que es por eso que en la Universidad de Salamanca los alumnos
de traducción tenemos asignaturas como 'Introducción a la economía
y el derecho', en la que se nos intenta sacar del pozo de incultura
en el que estamos sumergidos y dar una serie de conceptos importantes
relacionados con esos campos tan oscuros y desconocidos.
Escribo al respecto
porque hace apenas unos días hicimos el examen final (a distancia,
por Internet... Toda una odisea) y ahora ya tenemos hasta la nota.
Una cifra que refleja que ya no somos completamente ajenos a la
economía y el derecho y que, oficialmente, estamos preparados para
enfrentarnos a la traducción jurídico-económica.
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