Pues sí, señoras y
señores. Mi aventura Erasmus llega a su fin. Escribo cuando aún me
quedan unos cuantos días porque quiero tener una mejor perspectiva
de lo que ha ocurrido y, sobre todo, porque todavía no tengo la
actitud pesimista que nos suele abrumar cuando nos despedimos de una
etapa que nos ha marcado.
Después de once meses y
dos semanas en Alemania, de vivir en dos ciudades y visitar varias
decenas de localidades germanas, de haber conocido a gente de todo el
globo, de haber experimentado una nueva vida en un lugar totalmente
desconocido y de haber mejorado mi alemán, puedo decir que
difícilmente olvidaré este curso.
Ya comenté en una
ocasión que soy muy optimista con mis “críticas”, tal vez
incluso demasiado. Sin embargo, ahora me alegro de que ese optimismo
me embargue, porque hace que me quede con lo bueno, que sonría con
cariño al ver lo que dejo tras de mí y que mire al futuro con
ilusión. Al fin y al cabo, este año me ha enriquecido mucho y
quiero sacar partido de todo lo que he aprendido y de todas las cosas
positivas que he vivido... que no son pocas.
Y, si quiero hacerlo,
tengo que dejar atrás todo esto y empezar una nueva etapa. Con un
poco de suerte, será tan buena como la que dejo atrás. Ahora sí que toca ser optimista.
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