No era infrecuente que
durante la lectura de Becky en Manhattan, “Loca por las compras”
viaja a Nueva York se me escapara alguna de otra carcajada. De
hecho, me visualizaba a mí mismo gritando '¡es el mejor libro del
mundo!' y, por qué no, dando saltitos. No sé, supongo que el
espíritu de la protagonista se apoderó de mí por momentos...
El caso es que leer algo
que te haga reír siempre es positivo. Ya devoré el primer libro de
la saga hace tiempo (The Secret Diary of a Shopaholic, hablé
al respecto en este mi querido blog) y también lo valoré muy
positivamente porque me pareció extremadamente divertido. Ahora, con
este segundo tomo, me reafirmo en mi opinión.
Es un paradigma de la
chick-lit, esa rama de la literatura que surgió hace no
demasiados años y en la que se encuentran otros libros como El
diario de Bridget Jones, al que también tengo mucho cariño. Se
trata de novelas sin grandes aspiraciones literarias (o sí, pero de un modo tal vez menos habitual) y que fundamentalmente buscan
entretener. Que el lector se ría. E incluso colar una sutil crítica
de distintos aspectos de la sociedad en cuanto se presenta la
oportunidad.
Loca por las compras, en esa línea,
sigue una trama un poco absurda en algunos puntos. Tal vez incluso se
puede pensar la autora ha pretendido exagerar ciertas cosas. Luego te
das cuenta de que no puedes parar de reír y de que no está tan
alejado de la realidad como parece y la historia gana enteros.
Sólo diré que no me
hizo falta más de un fin de semana para terminarlo y que ya estoy
deseando ponerle las manos encima al tercer tomo. Eso sí, por muy
buena que me haya parecido la traducción de Enrique Alda Delgado (y
eso que era complicado, con un lenguaje tan especializado y tantas
referencias culturales), esta vez optaré por la versión original,
como ya hice con The Secret Diary of a Shopaholic.
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