“Buenos días, señoras
y señores. Muchas gracias por su invitación, es un honor estar aquí. Hoy me gustaría hablarles brevemente acerca de la interpretación del alemán al español...”
Así es como empezaría
la mayoría de discursos en una clase estándar de interpretación.
Bueno, habría que cambiar lo de 'la interpretación del alemán al
español' por el tema en cuestión, pero creo que todos nos hemos
hecho una idea.
El caso es que, después
de haber descrito el alemán en toda su plenitud, con sus
declinaciones imposibles, su alocado vocabulario y sus verbos al
final de frase (subordinadas, eso sí), he llegado a un nuevo nivel:
la interpretación alemán-español. El aprendizaje, que
supuestamente ya debería estar en un estadio muy avanzado, implica
una correcta comprensión oral y, por supuesto, a la oportuna
reproducción del discurso.
Esta asignatura, por
tanto, es como una prueba de fuego. Todas las largas horas de
biblioteca, las tardes de estudio e incluso mi prolongada estancia en
el país germano tenían prácticamente un único objetivo: estar a la altura en 'Interpretación Simultánea 2ª Lengua Extranjera:
Alemán'.
De momento, hemos
empezado poco a poco y la cosa no ha ido mal. Mi nivel, tan
macarrónico para algunas cosas, me permite entender un porcentaje
suficiente de los discursos y reproducirlos en mi correcto
castellano. Ahora, sin embargo, tengo que avanzar a contrarreloj para
que los futuros textos, que inevitablemente serán más complicados,
no me superen. ¿Lo conseguiré? Permanezcan a la espera... Como yo
cuando hay subordinadas y no hay más remedio que tener paciencia y
aguardar a que acabe la frase. Y es que, como ya dijo alguien más
sabio que yo en mi facultad, 'fumando espero al verbo que yo quiero'.
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