Ya he dicho alguna vez
que mi principal motivación para escoger un libro es que alguien me
lo recomiende. Y, si encima te lo prestan y te lo llevan a clase, ya
sí que no tengo excusa para no leerlo. Sobre todo si es un volumen
de apenas cien páginas y con un principio tan impactante como el de
El túnel.
Se agradece que un libro
aclare tan pronto en torno a qué va a girar la trama. Así, es mucho
más fácil responder a la eterna pregunta '¿de qué va el libro?'
sin desvelar nada. Sin embargo, dicha trama a veces pierde
importancia frente al estilo desplegado por el autor.
Efectivamente, eso es lo
que ocurre con El túnel. Una historia aceptable e incluso
buena se ve ensombrecida por la fuerza de algunas reflexiones del
narrador. A lo largo de las ciento-y-pocas páginas, y sumado al
hecho de que el final se conoce desde las primeras líneas, el lector
prestará más atención a las divagaciones del protagonista que a la
sucesión de acontecimientos. Tengo que decir, evidentemente, que dichas reflexiones son francamente interesantes.
Además, también captó mi atención la gran afluencia de
términos argentinos. Obvio, si tenemos en cuenta la procedencia del
autor y de los personajes. Aunque tengo que reconocer que encontrarme
ante palabras con las que no estaba familiarizado hizo que me
distrajera más de lo necesario, supongo que está bien profundizar
un poco en otras variantes que no son “español de España”. Y, al
fin y al cabo, Argentina es un país donde los buenos escritores
abundan... ¿Cuál será el próximo título que caiga en mis manos
firmado por alguien de dicho país? Permanezcan a la espera...
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