Después de unos meses
bastante ajetreados, en los que el estrés fue una constante en mi
rutina, llegó el ansiado último día de clase y, por tanto, el
comienzo de las vacaciones. Y yo celebré mi renovada libertad con
una exhaustiva sesión de biblioteca. Sin embargo, esta vez cambié
los apuntes y mi eterno acompañante -mi portátil- por hileras de
estanterías, miles de volúmenes a mi alcance y un suelo que crujía
con cada paso. El resultado fue que me fui a casa con tres libros a
los que pensaba dedicar gran parte de mi tiempo durante el merecido
periodo de asueto navideño.
Mi búsqueda giró en
torno a tres principios: quería un libro con garantías de que me
fuera a gustar (cualquiera conocido me bastaba), no demasiado largo
(por si las moscas) y, a ser posible, en versión original. En un
momento dado, se me vino a la cabeza este título (o uno parecido...
Los títulos largos son más difíciles de memorizar): cumplía dos
de los tres requisitos y, gracias a un vacío legal y al hecho de que
el sueco sigue siendo un idioma mayoritariamente desconocido para mí,
me permití leerlo traducido al castellano. Vi en el registro que
estaba disponible y, aunque no se encontraba en su sitio, tuve la
suerte de encontrarlo.
Me lo llevé a casa y la
falta de tareas pendientes me permitió devorarlo a la velocidad de
la luz. Tal vez el libro ayudó, pues no podía dejar de pasar las
páginas. Jonas Jonasson se ha mantenido fiel al estilo con el que me
cautivó en El abuelo que saltó por la ventana y se largó y
sigue sorprendiendo con sus giros, tan sublimes como... ¿alocados?
En la misma línea que su
antecesor, demuestra una fluidez exquisita, refleja situaciones
cómicas, a veces por su sencillez, y, algo también muy importante,
ilustra al lector sobre la situación económica, política y social
del planeta a lo largo de los años. Y lo hace de una manera
soberbia, entrelazando unos acontecimientos con otros y relacionando
a distintos personajes históricos. De hecho, me pregunto qué
opinarán los aludidos cuando le echen la mano a esta novela... O qué
han opinado en caso de que ya la hayan leído.
Yo, por mi parte, sólo
puedo recomendarte encarecidamente que lo leas (y, ya de paso, el de
El abuelo que saltó por la ventana y se largó). También
aprovecho para desearte una feliz Navidad o, si estás leyendo esto
en cualquier otra fecha, una feliz semana.
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