jueves, 23 de julio de 2015

La elección de la segunda lengua extranjera



Últimamente estoy algo nostálgico en el blog. Que si la parte escrita de la prueba de acceso, que si la parte oral, que si ya tengo el título y soy graduado en Traducción e Interpretación… Pues ahí no acaba la cosa. Ahora voy a rememorar el momento en que elegí mi segunda lengua extranjera y mi vida dio un pequeño giro.

Resulta que para acceder al Grado en Traducción e Interpretación de la Universidad de Salamanca hay que superar una prueba de acceso en español y en una lengua B. Hasta aquí, todo bien. Sin embargo, el plan de estudios de la carrera incluye una segunda lengua, a escoger entre inglés, francés, alemán y japonés, y de la que, al acabar, se debe haber adquirido un nivel equiparable al de la lengua B (es decir, un C1-C2).

Mi lengua B, como la de gran parte de mis compañeros, es el inglés. Era el idioma que llevaba más años estudiando y con el que me sentía más cómodo. Superé la prueba de acceso y durante el primer año cursé asignaturas de lengua inglesa y de traducción inglés-español. Mientras tanto, mis compañeros se ponían al día con el alemán y el francés (el japonés todavía no era una opción) y yo convalidé un par de asignaturas que había cursado en mi otra carrera para, al menos, tener el número necesario de créditos.

Por aquel entonces, yo estaba convencido de que el francés sería mi lengua C, o mi segunda lengua extranjera. La había estudiado durante años, tanto durante la E.S.O. y el bachillerato como en la Escuela de Idiomas, y estaba bastante contento con mi nivel. Además, me gustaba mucho y quería seguir estudiándola. La única pega era que prefería irme de Erasmus a un destino de habla inglesa y eso era salirse un poco del plan establecido (que contempla irse a un destino de tu segunda lengua extranjera), pero podía vivir con ello.

Sin embargo, a medida que avanzaba el primer cuatrimestre fui cambiando de idea. Por un lado, me seducía la idea de afianzar un nuevo idioma y, por otro, sabía que si no escogía alemán como segunda lengua nunca llegaría a tener un nivel aceptable. Por si fuera poco, un profesor me comentó que, en mi situación, tendría muchas más salidas si me decantaba por el alemán y cursaba el itinerario de interpretación.

Así pues, mi mente preclara decidió que lo mejor era ir a por el alemán. Mis conocimientos básicos me permitieron matricularme en una optativa del segundo cuatrimestre y mi pasión por los idiomas hizo que pudiera dedicarle las horas necesarias. El resultado: ahora soy todo un graduado con alemán como segunda lengua extranjera, he podido hacer un año de Erasmus en Alemania (problema resuelto) y he cursado el itinerario de interpretación, tal como el profesor me dijo… aunque él no lo sabe.

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