Últimamente estoy algo nostálgico
en el blog. Que si la parte escrita de la prueba de acceso, que si la parte oral, que si ya tengo el título y soy graduado en Traducción e Interpretación…
Pues ahí no acaba la cosa. Ahora voy a rememorar el momento en que elegí mi
segunda lengua extranjera y mi vida dio un pequeño giro.
Resulta que para acceder al Grado
en Traducción e Interpretación de la Universidad de Salamanca hay que superar
una prueba de acceso en español y en una lengua B. Hasta aquí, todo bien. Sin
embargo, el plan de estudios de la carrera incluye una segunda lengua, a
escoger entre inglés, francés, alemán y japonés, y de la que, al acabar, se
debe haber adquirido un nivel equiparable al de la lengua B (es decir, un
C1-C2).
Mi lengua B, como la de gran
parte de mis compañeros, es el inglés. Era el idioma que llevaba más años
estudiando y con el que me sentía más cómodo. Superé la prueba de acceso y
durante el primer año cursé asignaturas de lengua inglesa y de traducción
inglés-español. Mientras tanto, mis compañeros se ponían al día con el alemán y
el francés (el japonés todavía no era una opción) y yo convalidé un par de
asignaturas que había cursado en mi otra carrera para, al menos, tener el
número necesario de créditos.
Por aquel entonces, yo estaba
convencido de que el francés sería mi lengua C, o mi segunda lengua extranjera.
La había estudiado durante años, tanto durante la E.S.O. y el bachillerato como
en la Escuela de Idiomas, y estaba bastante contento con mi nivel. Además, me
gustaba mucho y quería seguir estudiándola. La única pega era que prefería irme
de Erasmus a un destino de habla inglesa y eso era salirse un poco del plan establecido
(que contempla irse a un destino de tu segunda lengua extranjera), pero podía
vivir con ello.
Sin embargo, a medida que
avanzaba el primer cuatrimestre fui cambiando de idea. Por un lado, me seducía
la idea de afianzar un nuevo idioma y, por otro, sabía que si no escogía alemán
como segunda lengua nunca llegaría a tener un nivel aceptable. Por si fuera
poco, un profesor me comentó que, en mi situación, tendría muchas más salidas
si me decantaba por el alemán y cursaba el itinerario de interpretación.
Así pues, mi mente preclara
decidió que lo mejor era ir a por el alemán. Mis conocimientos básicos me
permitieron matricularme en una optativa del segundo cuatrimestre y mi pasión
por los idiomas hizo que pudiera dedicarle las horas necesarias. El resultado:
ahora soy todo un graduado con alemán como segunda lengua extranjera, he podido
hacer un año de Erasmus en Alemania (problema resuelto) y he cursado el
itinerario de interpretación, tal como el profesor me dijo… aunque él no lo
sabe.
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