Hace unos meses, cuando entré en una librería durante uno de mis paseos por
la capital, me llamó la atención el último libro publicado de Eduardo Mendoza. El secreto de la modelo extraviada, para
más señas y presuponiendo que seguirá publicando libros y que, por tanto, está
información está destinada a quedarse obsoleta y, sobre todo, ambigua. Al
tratarse de un autor que conozco y admiro (como, seguramente, cualquier persona
que haya leído Sin noticias de Gurb),
leí las primeras páginas y quedé prendado del estilo fluido y de la increíble
riqueza léxica de que hace gala Eduardo Mendoza. Un breve vistazo al resumen de
la biografía del autor, sin embargo, me dio la información que necesitaba: que
este título formaba parte de una saga, de la que el primero era El misterio de la cripta embrujada.
Con ánimo de hacer las cosas en orden, tal vez porque soy una persona
metódica y ordenada, decidí que tendría más sentido empezar por el primero y
proseguir con el resto de títulos hasta, eventualmente (tanto en el sentido
castizo como en el adoptado del inglés) pudiera leer El secreto de la modelo extraviada). La suerte quiso que fuera uno
de los títulos de la biblioteca a la que acudo habitualmente y que estuviera
disponible cuando pregunté por él, así que me lo llevé a casa y lo empecé esa
misma noche. Apenas un par de días después, y en parte gracias a un aburrido y
eterno viaje en tren, leí las últimas frases de la última página y
finalicé así el último libro del año. Y, creo que huelga decirlo, no se me
ocurre una forma mejor de hacerlo.
Resulta que El misterio de la cripta
embrujada es un libro único, de los que dejan huella. De los que
recomendarías sin dudar (de hecho, de los que se te vendrían a la cabeza en
cuanto alguien te pidiera consejo literario). De los que te enganchan y te
dejan con ganas de más. Menos mal que Eduardo Mendoza decidió aprovechar el
filón y sacar más libros con el mismo personaje y, presumiblemente, temáticas parecidas.
En él se entremezclan una trama cautivadora, unos variopintos personajes con
gran personalidad y un estilo especial, en el que el autor recurre a frases
largas, explicaciones que por ser totalmente innecesarias resultan hilarantes
y, como ya he dicho, un vocabulario admirablemente amplio.
También me ha hecho reflexionar
sobre algo a lo que ya había dado vueltas anteriormente… Resulta que en muchos
de los libros que más nos gustan los protagonistas son personas con
peculiaridades y características, digamos, estrafalarias; seguramente personas que
en la vida real nos causarían indiferencia, rechazo e incluso cierta repulsión.
Sin embargo, eso es lo que muchas veces hace que una historia nos resulte un
poco más única. No sé si me he explicado del todo bien, pero cuando leas este
libro (entre otros), lo entenderás.
De momento, doy por concluida la campaña de 2015 y pronto empezaré a comentar algún otro libro que, eso sí, pertenecerá a la de 2016.
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