Para los amantes de El nombre delviento y El temor de un hombre sabio,
la espera del tercer libro, que cerrará la trilogía, está siendo dura. Tal vez como
forma de “compensación”, Patrick Rothfuss ha decidido escribir La música del silencio, que cumple el
doble propósito de atenuar esta dureza y de cerrar algunos flecos de
la historia del inefable Qvothe.
Como el propio autor explica en el prólogo, el lector no debe pretender encontrar
en La música del silencio una
continuación de las dos primeras partes. Tampoco encontrará aquí una novela al
uso, sino “una historia un poco rara” y que “no hace muchas de las cosas que
debe hacer una historia a la manera clásica”. Incluso recomienda al incauto que
esté leyéndolo que no lo lea si no es eso lo que busca, lo deje y, en su lugar,
empiece por El nombre del viento.
Y lo cierto es que yo no puedo estar más de acuerdo con algunas de sus
afirmaciones. Efectivamente, se trata de una novela rara, en la que no hay
acción propiamente dicha (ni diálogos, ni personajes, ya puestos) y en la que
apenas se echa un leve vistazo al mundo más allá de la Subrealidad. Sin embargo,
también es una obra llena de encanto, de ternura, de poesía y de algo parecido
a magia. Patrick Rothfuss, por medio de la indescriptible Auri, nos lleva a un
mundo paralelo dentro de un mundo paralelo y nos abre su confuso corazón (el
suyo propio y el de Auri).
Es cierto que ni el hilo ni la protagonista se podrían calificar de “normales”
ni entrarían en la categoría de lo habitual. Pero, por otro lado, ¿cuántos lo
son? ¿Cuántos de los protagonistas de las grandes obras son personas normales
con vidas normales? Muy pocos. Y tal vez Auri se aleje más de la media de ese
concepto de normalidad, pero también es alguien con quien te puedes sentir identificado
rápidamente.
Como ya he dicho, hay tanta ternura y tanta poesía en La música del silencio que en el fondo nada de esto importa. Lo que
tienes que hacer es relajarte y disfrutar de las líneas que Auri va trazando de
la mano de Patrick, o al revés, en los distintos lugares de la Subrealidad y en
torno a los objetos que le hacen compañía.
Para terminar, tengo que volver a citar las palabras del propio autor. O,
en este caso, de la traductora (en la biblioteca sólo tenían la versión en
español… Lo cual ha sido una especie de suerte, porque la traducción es
francamente buena): “No es el tipo de historia que puedes vender a un editor.
No es el tipo de historia que la gente quiere leer”. Sin embargo, y por muy de
acuerdo que esté con él, no puedo dejar de recomendártela.
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