Queridos lectores:
Actualizo este mi querido blog,
por primera vez, como graduado en Traducción e Interpretación. Ya han pasado
cuatro años desde que abrí el pdf con la lista de admitidos y vi que mi nombre
figuraba en ella, y lo cierto es que ha sido un periodo de mi vida hermoso,
lleno de experiencias, anécdotas y recuerdos y, sobre todo, han sido cuatro años en los
que me he formado para convertirme, oficialmente, en traductor.
En este tiempo he aprendido a
renunciar a los gerundios, a poner comas antes de cada vocativo y a evitar todo
tipo de calcos, anglicismos, galicismos y extranjerismos varios. La carrera,
además, me ha permitido pasar un año de Erasmus en Alemania y participar en todo tipo de
congresos, eventos, fiestas y celebraciones.
Sin embargo, mi vida de
estudiante universitario toca su fin. El título de Traducción e Interpretación
es una especie de premio a todos los años de esfuerzo y, al mismo tiempo, una
pequeña maldición que me lanza de cabeza al mundo laboral. Por tanto, en este
limbo de miedos e incertidumbre, ahora sólo queda preguntarse… ¿Y ahora qué?
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